El arte de oír con presencia y conciencia

Introducción
En la práctica musical, uno de los desafíos más sutiles pero fundamentales es escuchar verdaderamente lo que estamos tocando. Puede parecer una obviedad: ¿cómo no vamos a escuchar lo que producimos con nuestro instrumento? Sin embargo, en la experiencia concreta, es frecuente que la escucha quede desplazada por otras demandas: la atención puesta en lo técnico, la preocupación por no equivocarse, el seguimiento visual de la partitura, el miedo escénico o la simple inercia de repetir lo aprendido.
Muchas veces, tocamos sin escuchar profundamente; oímos los sonidos, pero no los habitamos. Se produce música, pero no hay una relación consciente con lo que suena.
Este artículo propone una reflexión sobre el rol de la atención auditiva como una de las dimensiones centrales de la presencia musical. No se trata solamente de oír —proceso fisiológico pasivo—, sino de escuchar activamente, con sensibilidad, intención y profundidad. Escuchar de verdad es una forma de estar presentes. Y en la música, esa forma puede cambiar por completo nuestra relación con el instrumento, el estudio y la interpretación.
¿Qué significa “escuchar lo que tocamos”?
Escuchar lo que tocamos no se limita a registrar que hay sonido. Implica estar plenamente atentos a la cualidad de ese sonido, a su dinámica, articulación, color, resonancia, afinación, dirección expresiva y contexto armónico.
Escuchar implica comparar con nuestra intención musical interna, registrar si lo que suena coincide con lo que queremos que suene, y —aún más profundo— implica estar dispuestos a dejar que el sonido nos diga algo.
La atención auditiva es entonces una capacidad perceptiva, interpretativa y emocional. Es un diálogo entre el oído, el cuerpo y la intención expresiva. Cuando está activa, hay un puente directo entre lo que pensamos, sentimos y producimos. Cuando no lo está, ese puente se rompe, y aunque sigamos tocando, ya no estamos tocando con escucha.
Obstáculos frecuentes a la atención auditiva
En la práctica diaria, hay varios factores que atentan contra la escucha atenta:
1. La mecanización del estudio técnico
Cuando repetimos ejercicios, escalas o pasajes sin cuestionarlos ni escucharlos con atención, entrenamos el movimiento pero no el oído.
Esto puede producir destrezas mecánicas pero una desconexión creciente con lo que suena.
2. El foco exclusivo en el resultado
Cuando estamos preocupados por “tocar bien”, “no equivocarnos” o “terminar” una obra, la atención se dirige al futuro (el objetivo) y no al presente (el sonido que está ocurriendo).
Esto nos impide escuchar el ahora.
3. La multitarea mental
Tocar, pensar, corregir, juzgar, anticipar, recordar, todo al mismo tiempo. El exceso de actividad mental interna compite con la escucha.
No se puede oír con profundidad si la mente está llena de otras voces.
4. El automatismo auditivo
Conocemos tanto una obra que “suena en la cabeza” aunque no estemos tocando exactamente eso. Esto puede llevarnos a escuchar lo que creemos estar tocando y no lo que realmente estamos tocando.
¿Por qué es tan importante escuchar lo que hacemos?
Escuchar con atención lo que tocamos transforma por completo el proceso musical. Algunos beneficios esenciales son:
- Afina nuestra percepción técnica: registramos errores o matices que antes pasaban desapercibidos.
- Profundiza la expresividad: al escuchar cómo suenan nuestras intenciones, podemos moldear más finamente la interpretación.
- Desarrolla el oído interno: al comparar lo que queremos oír con lo que suena, ejercitamos nuestra capacidad auditiva interna.
- Fortalece la memoria musical: cuando escuchamos con atención, se consolidan mejor los recuerdos sonoros.
- Ancla la atención en el presente: escuchar nos conecta con el aquí y ahora, alejándonos de distracciones mentales.
Ejercicios para entrenar la atención auditiva
La escucha atenta no es solo un talento: es una práctica. A continuación, algunos ejercicios para desarrollarla conscientemente:
1. Tocar fragmentos breves con escucha ampliada
Elegí un pasaje corto y tocá cada nota prestando atención a:
- La duración y comienzo exacto del sonido.
- La dinámica (¿crece, decrece, se mantiene?).
- La calidad tímbrica (¿cómo suena? ¿brillante, opaco, tenso, libre?).
- La articulación (¿ligado, separado, acentuado?).
- La resonancia que queda luego de tocar.
Después, repetilo intentando cambiar intencionalmente una de esas cualidades.
2. Escuchar sin tocar
Tomá una sección de una pieza que conozcas y visualizá el movimiento sin ejecutar sonido. Luego, intentá “oírla” internamente, nota por nota, con tanto detalle como si estuviera sonando afuera.
Esta práctica fortalece la conexión entre oído interno, memoria auditiva y conciencia sonora.
3. Escuchar una grabación propia
Grabate tocando algo sencillo y escuchá la grabación con atención plena. Anotá:
- ¿Qué detalles escuchás que no habías notado al tocar?
- ¿Qué cosas suenan diferente de lo que creías?
- ¿Hay coherencia entre tu intención y lo que se oye?
Esta práctica ayuda a reconocer la brecha entre la intención y la percepción real, y a entrenar un oído más objetivo.
4. Escuchar con el cuerpo
Tocá prestando atención no solo a lo que oís con los oídos, sino a lo que percibís con el cuerpo: la vibración del instrumento, la presión, el peso, la respiración.
La escucha profunda es multisensorial. El sonido se siente tanto como se oye.
Cierre
La atención auditiva es uno de los pilares más profundos del hacer musical. Escuchar verdaderamente lo que estamos tocando nos convierte en músicos más presentes, más conscientes, más conectados con el sonido y con nosotros mismos.
Es un hábito que se cultiva con paciencia y amor al detalle. Y no se trata de volvernos críticos o exigentes: se trata de volver a habitar el sonido como si fuera nuevo cada vez.
En un mundo que empuja hacia la velocidad y la producción, detenerse a escuchar lo que uno mismo está generando es un acto radical. Es volver al centro de la experiencia musical: el arte de escuchar.