Explorando los límites entre la presencia plena y la ejecución automática

Introducción
Muchos músicos, tanto profesionales como estudiantes, han experimentado alguna vez la sensación de “tocar sin pensar”. A veces se describe como un momento mágico en el que las manos se mueven solas, la música fluye con naturalidad, y el yo consciente parece desaparecer. Este estado suele asociarse con la noción de flujo, un concepto muy valorado en el ámbito de la performance artística.
Sin embargo, otras veces, esa misma experiencia de tocar sin pensar no se siente como libertad, sino como desconexión: las manos hacen, pero el corazón no está; la mente divaga, y la música pierde sentido.
¿Cómo distinguir una cosa de la otra? ¿Cuándo tocar sin pensar es un signo de presencia y cuándo es un síntoma de ausencia? ¿De qué manera podemos cultivar un estado mental en el que la mente no estorba, pero tampoco se evade?
Este artículo se propone reflexionar sobre la delgada línea entre el flujo consciente y la ejecución desconectada, y cómo la atención juega un papel esencial para que tocar sin pensar no sea tocar sin estar.
El mito del estado ideal: “que las manos toquen solas”
En el imaginario de muchos músicos, llegar a un punto en el que “las manos se muevan solas” es visto como una meta deseable. Se asocia con maestría, con libertad técnica, con dejar atrás la rigidez de pensar cada gesto.
Y si bien es cierto que la automatización técnica permite liberar recursos atencionales para el plano expresivo, también es cierto que una ejecución automática sin atención puede derivar en una desconexión profunda de lo que se está haciendo.
Tocar sin pensar no es, en sí mismo, ni bueno ni malo. Todo depende de la calidad de conciencia que habita ese estado.
¿Qué es el estado de flujo?
El psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi definió el estado de flujo como una experiencia óptima en la que la persona está completamente inmersa en una actividad, con un alto grado de concentración, disfrute y compromiso. En la música, este estado suele implicar:
- Pérdida de la autoconciencia y del juicio sobre uno mismo.
- Sensación de que el tiempo se altera (pasa más rápido o se detiene).
- Integración perfecta entre acción y conciencia.
- Plena presencia en el aquí y ahora.
En el flujo, el músico no piensa en cada nota, pero está completamente presente en la experiencia musical. No hay distracción ni automatismo vacío. Es un estado de alta concentración sin esfuerzo, donde el pensamiento conceptual cede lugar a la conciencia sensorial y emocional.
¿Y qué es la desconexión?
Por el contrario, la desconexión aparece cuando se mantiene la ejecución, pero la atención está ausente o dispersa. Es el famoso “piloto automático”: el cuerpo sigue tocando, pero la mente está en otro lado. Algunas señales típicas de este estado son:
- No recordar lo que se tocó ni cómo sonó.
- No registrar errores ni matices expresivos.
- Sentirse ajeno a la música, incluso mientras se la ejecuta.
- Percibir que las manos se mueven, pero sin dirección interna.
En estos casos, tocar sin pensar no es flujo: es ausencia de atención.
¿Cómo saber si estoy en flujo o en desconexión?
La diferencia no está en si “pienso” o no, sino en la calidad de presencia que tengo al tocar. A continuación, algunas preguntas orientadoras que podés hacerte durante o después de tocar:
- ¿Estaba escuchando realmente lo que tocaba?
- ¿Sentía el movimiento corporal o simplemente se daba?
- ¿Hubo conexión emocional con la música?
- ¿Percibí matices, colores, dinámicas?
- ¿Me sentí parte de la experiencia o un ejecutante mecánico?
Si la mayoría de tus respuestas apuntan a una vivencia sensorial, emocional y consciente, probablemente estuviste en un estado de flujo.
Si, en cambio, te sentiste desconectado, distraído o vacío, es probable que hayas estado ejecutando desde la inercia.
El rol de la atención como bisagra
La atención es el puente entre el pensamiento activo y la conciencia expandida.
No se trata de pensar todo el tiempo —eso sería agotador y limitante—, pero tampoco de desconectar el pensamiento y dejar que todo se automatice sin guía interna.
La atención no es pensar más, sino estar más presente.
En ese sentido, la atención plena no compite con el flujo: lo permite. Cuanto más entrenamos nuestra mente a estar presente sin juzgar, más podemos entrar en estados de ejecución natural, libre y conectada.
Prácticas para habitar el “no pensar” desde la conciencia
Para cultivar un estado de ejecución presente sin recurrir al pensamiento analítico constante, se pueden trabajar las siguientes prácticas:
1. Prestar atención a los sentidos, no a las ideas
En lugar de pensar “tengo que tocar bien”, llevá la atención a lo que oís, a lo que sentís en el cuerpo, al peso de los dedos, a la resonancia de las notas.
El foco está en la percepción, no en la evaluación.
2. Incorporar pausas de conciencia
Entre pasajes o al terminar una pieza, hacé una breve pausa para registrar cómo te sentís, qué escuchaste, cómo te moviste. Estas pausas refuerzan la conexión entre cuerpo, mente y música.
3. Ensayar en dos modos: consciente y suelto
Alterná prácticas en las que pensás cada detalle técnico (posición, digitación, fraseo), con otras en las que simplemente dejás fluir la música, pero intentando estar completamente atento a lo que ocurre sin interferir.
La combinación de ambos modos fortalece la transición hacia un flujo consciente.
4. Escuchar grabaciones propias con atención plena
Grabar y escuchar lo que tocaste es una excelente forma de detectar si estuviste presente o no.
Si al escucharte no reconocés lo que hiciste, o sentís que algo falta emocionalmente, probablemente hayas estado ejecutando desde la desconexión.
Cierre
Tocar sin pensar puede ser una experiencia de liberación y de encuentro profundo con la música. Pero también puede ser una forma de huir del presente, de refugiarnos en automatismos que nos protejan de la exposición emocional, del error o del juicio.
La clave no está en pensar o no pensar, sino en estar o no estar.
La atención, en sus múltiples formas, es la brújula que nos permite distinguir cuándo la ejecución fluye desde un lugar de presencia plena, y cuándo se desliza hacia la ausencia.
Entrenarla no es un obstáculo para la libertad interpretativa: es su fundamento.